Teta de vaca

Es un momento en la vida de cinco chicos: Johanna, Pinga, Mailen, Marmol y el Tirapedos.

Ellos viven en un pueblo del Alto Valle de Río Negro. Desértico, rodeado de bardas áridas, el viento que te vuela y carga de música, el silencio de las calles, el verde de los árboles, la altura de los álamos, la tierra seca regada por el río que la atraviesa, el rojo de las manzanas jugosas, la frescura del río que no para de correr hacia el mar.

Entonces, una misma realidad rodea a los protagonistas: crecer en el interior de un país centralizado en una gran ciudad globalizada. Sumergidos en la quietud del pueblo tratan de ir más allá, andando, buscando, revelándose. Agitan el día a día fluyendo, alegres por su libertad, que a la vez es condicionada. El imaginario es el fuerte de estos en la nada abstente. Los primeros encuentros sexuales inconscientes y concretos. La joda, el aburrimiento, fumar marihuana, tomarse una cerveza y el rock con esas letras reflejadas en sus vidas.

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