La Señora Macbeth

Una señora que solo quiere el poder, comparte con sus tres oyentes adivinas todo lo que acontece en la ajetreada carrera de su marido hacia el trono. Su propia avidez la enceguece, impidiéndole ver y oír lo que las tres hechiceras amigas le vaticinan. Por los crímenes cometidos rondan nubes negras, pesadas, catastróficas sobre su conciencia. ¿Tendrán sus amigas algún brebaje que lave sus manos manchadas con sangre?

Dice Fabián Bril:
“Esta versión, cuyo rol protagónico fue escrito originalmente para ser interpretado por un actor, viene a reforzar en estos tiempos la idea de identidad de género. No es ninguna novedad que los roles femeninos sean interpretados por actores y los masculinos por actrices, pero esta versión viene a dar cuenta, además de lo que la reescritura de Gambaro conlleva, de una visión que transmuta hacia lo queer. En esta versión la percepción del punto de vista es corrida hacia un universo que interpela lo heteronormativo en el marco de una tragedia shakesperiana, cuyo relato pone de manifiesto una concatenación de crímenes y vejámenes que no tienen retorno y muchas veces tampoco castigo.”

Dice Inés Estévez:
“Conocí a la Señora Macbeth a través de Betto Vivas. Hasta ese momento, confieso no haber tenido contacto con la obra, más allá de fragmentos del texto de Shakespeare leídos al pasar en citas y referencias. Nunca me adentré en el original y sin embargo toda la crudeza, la pasión, la vehemencia angustiante, el amor insondable y alienante, la fragilidad, la dulzura incauta y a la vez morbosa, la locura, el abandono, el lujurioso autoengaño, todo lo transité en este recorrido en el que Betto Vivas se arroja convirtiéndose de manera brutal y absoluta en la Sra. Macbeth. La puesta impecable de Fabián Bril potencia el clima opresivo, doliente y furibundo en el que tres brujas y el espectro de una víctima se cobran lo poco que resta de lucidez en el ánima de nuestra protagonista, y todo el asombro, el deleite, el impacto y la atención del espectador. El texto insuperable de Gambaro es encendido por todos estos hacedores de hechizos, y el arte y vestuario de Uriel Cistaro termina de narrar la opulencia y el desamparo de un modo único.
El espectador solo tendrá que sentarse a esperar el comienzo para ingresar definitivamente a otro mundo. Un día después de ver la obra, su atmósfera sigue invadiendo mi alma y mi pensamiento. La Sra. Macbeth está viva. Y los espera.”

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