Gustavo Tarrío es, por suerte, un tipo inclasificable. No me voy a detener en ello, entonces. Pero diré que fui muy expectante al estreno de su último invento, Número vivo presenta: Me transpiran las manos más poco, teniendo en la superficie de la memoria algunas sensaciones vividas: “Florencia Frutera”; “Doris Day”, “Foto Bonaudi”, tantos etc., y sin embargo fui sin saber con qué me encontraría. Había algunas referencias: una gacetilla con dos fichas técnicas, una describiendo un grupo de cantantes, asistentes de escena, escenógrafos... ¿Teatro musical? Y otra ficha enumerando los realizadores de una película. ¿Cine?
Algunos días luego de ello intercambiamos estos pareceres al respecto de la obra, de lo que (me) sucedió al exhibirla, y también del cine y del teatro que quisiera seguir haciendo.
- No me queda claro cómo está conformado el equipo, ¿los que cantan qué tienen que ver con los que hicieron la peli?
-Algunos de los que estamos en el escenario hicimos la película: Laura Palermo (no canta pero está en el escenario), es la productora (también trabajamos juntos en Foto Bonaudi). Ana Press estuvo en Salir lastimado (post) haciendo el vestuario y acá junto con Cristian Bonaudi, también vestuario, y el jardín. Marcos Zoppi hizo la post producción de audio de Me transpiran?. Florencia Sabatella y Silvana Sosto fueron invitadas para el número vivo. Los tres cantantes cantan sus canciones. El “repertorio” que, además, cambia, es fruto del encuentro con la película. Y son padres. Como yo, que dirijo y también canto. Entrené en el taller de Silvana, todo el año pasado.
- ¿A qué te referís con que son padres? ¿El leit motiv era la paternidad?
- Todos tenemos hijos. No lo elegimos como leit motiv, pero quisimos compartir a través del espectáculo nuestra experiencia de pater/maternidad. Algo invisible en la obra.
-La película es un documental, ¿o cómo lo definís? Sabés que tuve la sensación de estar viendo una ficción a través de un documental. Me refiero a que al parecer la intención no es documentar, sino construir un cuento a partir de un relato real, sin embargo en el recorte se arma una pequeña obra teatral. Sin dar a conocer los antecedentes de la película (la historia real de la nena pidiéndote que la vayas a filmar a Santa Fe en su cumpleaños de 15), se enfatiza lo ficcional, en donde lo emocional le gana a lo contextual, a lo social. ¿Qué pensás?
-Es documental. Creo que buscamos los límites de eso. También es teatro vivo, encuadrado, señalado. La mayoría de las escenas son adentro de un cuarto, una habitación. Una obra que yo nunca haría, que podría estar en ese teatro. Pienso en cómo se arma “la obra” con la percepción que el espectador tiene incorporada (del cine, del teatro) y en que a la vez existe un área libre.
-No sé... . Se me ocurre que no hay una historia. Quizá en la película, pero en el escenario no hay la representación de algo tan evidente como un “cuarto”. Son retazos de estados los que se representan, en ese caso. El jardín, tal vez al anochecer, la soledad de un living donde se puede componer tranquilo a media luz, un cine de pueblo, la torta de 15 con la muñequita arriba... . Son objetos y lugares queridos, pero más bien son estados. No percibí para nada el objetivo de que quede cerrado. Ni siquiera en la película.
-Sí, es verdad. Todo se completa con el espectador. De hecho yo me transformo en un personaje pero no doy muchas pistas.
Cuando vi el material filmado dentro del cuarto de Yanina, la protagonista del documental, me interesó tener poco que hacer. El relato ganaba con mínima manipulación, había una historia que se contaba sola. Es un atrevimiento llamarlo “película” y al mismo tiempo las reacciones son a eso, como una comedia medio entrañable, muy difícil de hacer, con frases buenísimas y dos grandes personajes, Yanina la cumpleañera y Nati, su amiga asistente. Un documental cimentado en el amor por sus protagonistas y no mucho más.
-¿Por o hacia?
- Me mareé. Puede ser “hacia”. Y es verdad: las emociones son más importantes que los datos.
Por otro lado, la pregunta: ¿qué es necesario para que algo sea proyectable? En este caso, fue encontrar los límites de ese relato que se configura. Y al mismo tiempo es, un poco, el origen del cine. Salir con la cámara, exhibir y revelar un mundo nunca visto antes. Acá el gran acontecimiento es muy íntimo, como un secreto, una infidencia.
Hay algo de “lo popular” que me interesaba también. Que la película estableciera una comunicación muy directa, aunque tenga capas, y que como espectador también puedas indignarte por lo que se te está proponiendo. Yo podría indignarme con la propuesta...
-¿Cómo definís la puesta? ¿Es teatro-cine, es cine-musical?, ¿o qué? Te digo lo que yo creo?, es todo eso... . Y si me apurás, es performance, una instalación escénica como las que realizan los posmodernos tipo Jan Fabre... pero en vez de “ruptura”, que ya fue, es ternura. Suena casi igual y casi logra los mismos efectos, pero, no es lo mismo.
-Es una plataforma para futuros números vivos, otros números, otras películas. Veremos cómo será el futuro. Ahora solamente empujamos el primero (no hay programación ni curaduría). Lo cierto es que tenemos varias películas empezadas, con distintos niveles de producción. Pero el proyecto está abierto. Me encantaría dirigir el número vivo de una película de otro director.
Nosotros somos pilotos de prueba, hicimos algo durable, irrompible, que dure para siempre. Los materiales, las plataformas, el soporte de la pantalla, todo es anti obsolescencia programada. Fierros. Irrompibles. Sin embargo, como se ve incompleto, en general los comentarios de la gente hablan del futuro del número vivo, nos dan ideas, nos dicen cómo deberían ser. Pasa algo parecido a cuando le mostrás a alguien una película en la isla de edición. La presencia del timeline habilita los comentarios sobre todo estructurales. “Tendrían que?” Está buenísimo. Otra cosa es que más de uno le dice “el video”, como a algo facilongo Ese es un debate viejo.
Hay otros comentarios sobre la película, como enojos por la exposición de Yanina y su intimidad, el borde del reality, en fin. Es difícil verla, y la elección nuestra fue no ser paternalistas sobre una película muy basada en las emociones de la paternidad.
Yo creo que la película en otro contexto (el BAFICI, por ejemplo) sería naïf. Acá pasan dos cosas: parte del equipo está en escena, es visible. Y está el público, que se expresa en las funciones (a veces), se quiere reír y se ríe y eso desestructura un poco.
Por otro lado, me gusta la idea del musical, pero los musicales no mucho. Me gustan más como recurso que como género. Creo que en mis obras fue ganando la música y el cine, por lo menos acá.
Me gusta registrar y después mostrar, pero no todo lo que implica “hacer una película”. En todo caso, todo eso está en cuestión. Es más fácil grabar y tenemos una plataforma donde mostrar. Las cámaras son más chicas, podes editar en tu casa, la odisea de filmar/grabar se simplificó y eso genera otro tipo de cine y otro modo de mostrarlo. Tengo la fantasía de que los espacios teatrales que hay en la ciudad podrían funcionar como estudios también. Que se podrían aprovechar una parte del día para hacer allí cine de estudio con los recursos que hay, sin endeudarse ni institucionalizarse. No quiere decir que esas posibles películas vayan a ser buenas. Hacer algo bueno es muy difícil, pero yo creo que hay medios de producción a la mano. Y además, la barrera más jodida es la exhibición y eso está resuelto. Por eso digo que Número vivo presenta es la puesta en escena de ese deseo.
- Me matan las escenografías móviles. ¿Lo identificas como tu estilo? ¿De dónde surgen estas construcciones escenográficas artesanales que se mueven en el escenario con “tracción a sangre” y que modifican el espacio como en los teatros renacentistas o ingleses?
-Hice algo parecido en Alegoría de Lorenzo 1997/98 (actuaba Silvana también). Teníamos una plataforma que funcionaba muy mal (nos caíamos) a la que llamábamos “el prototipo”. En Salir lastimado... insistimos y en Dorisday (abundando con el desmonte del musical) también. Me transpiran las manos... es una continuación de Foto Bonaudi, pasando por Salir lastimado... . Más simple y reescrita, sin “textos”, sin patetismo. Pero con futuro: Salir lastimado... no se pudo repetir fuera del Teatro Sarmiento, tuvo fecha de vencimiento.
Pero no sé de dónde aparecen las escenografías móviles. A lo mejor de “Las aventuras del Baron Munchhausen”, la de Terry Gilliam. Me gustan. Cuando voy al teatro y veo una escenografía reproduciendo un espacio, pienso en la cantidad de madera que gastaron para hacer eso (en general no me agradan). Me parece un mal set de televisión. Que todo se mueva plantea un infinito de posibilidades. Que sea medio brutal, pesado, demanda un tipo de movimiento y produce sonidos que forman parte de la obra, indisimulables.