Esposas de dictadores I


En Esposas de dictadores I se teje, alrededor de la figura de Elena Ceausescu, todo un universo (abierto) de referencias a la historia de Rumania (y, por extensión, de otros países que atravesaron dictaduras) y a la sociedad capitalista y sus pilares, así como al teatro mismo (el “detrás de escena”, sus estructuras, sus tradiciones y su actualidad). En esa línea, la puesta de Luciano Cáceres tiene una fuerte impronta audiovisual, con presencia de música, cámaras y edición en vivo, y proyección de material histórico.

“El teatro de René Pollesch es de una contemporaneidad absoluta. Quien crea que está por ver una obra sobre el referente que su título enuncia no verá satisfecha su expectativa, ya que nada en el teatro de Pollesch nos lleva a una dimensión realista-mimética por medio de la cual se pretenda representar un mundo más o menos reconocible. Su teatro (anaurático, posdramático) suscribe básicamente al desenfado para poder realizar, con desparpajo, una mirada crítica sobre la sociedad y el capitalismo. Pero sus temas no se agotan allí. Esposas de dictadores I es una obra también sobre la familia, la sexualidad y el teatro. Tres de las obsesiones del autor alemán que no serán pensadas como esferas independientes sino, muy por el contrario, en una perversa y mutua relación. La familia como actuación. La actuación confundida con la vida. La virginidad como moneda corriente. La representación como forma de mundo. El mundo como sistema representacional. René Pollesch, un filósofo que desarrolla su oficio por medio del teatro, invita al espectador a encontrarse -humor mediante- con una visión descarnada de la sociedad a través de la que se muestra el modo en el que el capitalismo contemporáneo (dinero, brillo, éxito) lo ha devorado todo. O, peor aun, se ha servido de instituciones clásicas (la familia, el teatro, el arte) para desarrollarse, propagarse y sobrevivir por medio de ‘la heterosexualidad reproductiva de masas’.
Pero todo esto no llegará al espectador por la vía de la declamación, del teatro político clásico. Muy por el contrario, la obra ofrecerá una serie de disparadores a partir de los que el público deberá producir un hilvanado, rescatando ideas aisladas que puestas en relación vayan produciendo sentido. ¿Podrán reconocerse todas las referencias? El teatro de Pollesch hace uso y abuso del sistema referencial reclamando un público que goce del mismo sistema de competencias que su autor: desde el lema de una reina hasta una serie de obras de teatro y pasando por una protagonista televisiva o una mezzosoprano griega. ¿Qué ocurre si no se lo tiene? Se tendrá que negociar con la sensación permanente de pérdida, de pérdida de sentido, de información. Y es probablemente allí donde este monstruo se incorpora y da su estocada final. Porque aquí no se trata de una obra que hace gala de un conocimiento que deja en falta a la platea, aquí lo que se construye es una metáfora acerca de las complejidades de un mundo y de un sistema que es tal que hace que incluso cuando sufro un atentado no tenga la certeza de si soy su noble destinatario o simplemente un personaje secundario que desconoce el texto que interpreta”.

Federico Irazábal

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